Si has viajado en avión sabes que, mientras el aparato se dirige a la cabecera de la pista, la tripulación explica las medidas de seguridad. Nos recuerdan cómo debemos colocar el equipaje y el asiento, cómo debemos abrocharnos el cinturón, dónde están las puertas de salida y cómo se usa el chaleco salvavidas.
Finalmente, explican que, en el caso de que se produzca una despresurización de la cabina, saldrán unas mascarillas de oxígeno del compartimento superior y cómo se debe de proceder.
Te indican cómo se coloca la mascarilla, pero hay una instrucción concreta que me llama especialmente la atención, no sé si has reparado en ello. Te dicen claramente que, si fuera preciso ayudar a alguien que tengas a tu lado a colocarse la mascarilla (un niño o una persona que pueda depender de ti) lo hagas después de haberte colocado tú primero la mascarilla: primero tú y después ayudar al otro.
Me llama la atención porque rompe la lógica del auxilio que nos han enseñado. Parece que sería más coherente según lo que tenemos interiorizado, ayudar primero a los demás y después, atenderte a ti. Pero el protocolo de seguridad lo deja claro: primero tú y después, al que depende de ti.
Los protocolos de seguridad están basados en la experiencia y si Aviación Civil ha establecido esta norma es porque se han basado en la evidencia de la experiencia: si ayudas primero a la persona que lo necesita, es posible que cuando vayas a colocarte la mascarilla, hayas perdido demasiado tiempo, te falte oxígeno, te desvanezcas y la persona que depende de ti no pueda ayudarte a hacerlo, teniendo un desenlace sea fatal.
Primero debes colocarte tú mismo o tú misma la mascarilla de oxígeno y una vez que tienes garantizada tu seguridad, puedes ayudar a los demás.
La metáfora de la mascarilla de oxígeno
Este protocolo de seguridad para los pasajeros de aviones es toda una metáfora que puedes aplicar a otros aspectos de tu vida.
Nuestra cultura nos ha hecho interiorizar la ayuda hacia los demás, y eso es bueno. Pero de alguna manera, nos hemos olvidado del cuidado de uno mismo e incluso hemos interiorizado que, atender a nuestro cuidado, es un acto egoísta y hacerlo primero nosotros, antes que a los demás, mucho más.
Lo veo a mi alrededor
Como sabes trabajo en el ámbito educativo y escolar. Pero también tengo mucho contacto con personas que trabajáis en el ámbito clínico: logopedas, psicólogos, pedagogos, psicopedagogos, pediatras, terapeutas… Nos dedicamos a trabajos prosociales, es decir, nos dedicamos a trabajos dedicados de alguna manera, a atender y cuidar de los demás.
Desgraciadamente lo veo con frecuencia en muchos de vosotros a los que, por cierto, aprecio y admiro. Lo veo en las personas a las que quiero y también… lo voy a decir, lo he vivido en primera persona: primero colocamos la mascarilla al que tenemos al lado… y luego, si nos da tiempo, nos la ponemos nosotros.
Olvidamos nuestro cuidado
Sin embargo, cuántos de nosotros sobrepasamos los límites de nuestra propia resistencia, de nuestro tiempo o de nuestra salud…
Probablemente tú, que me estás leyendo ahora, ignoras las luces de alerta que se encienden en forma dolor de cabeza, de espalda, de insomnio, de falta o exceso de apetito, de ansiedad, de pérdida de peso, de estrés, de culpabilidad… olvidas tu cuidado mientras la aguja de tu marcador sigue adentrándose en la franja roja de peligro.
Personas que han colapsado
Conozco personas que ya han colapsado, que se olvidaron de ponerse su mascarilla de oxígeno primero y que hoy tienen que estar en el dique seco recuperándose. También conozco a otras que, si no ponen remedio, no tardarán en sobrepasar ese límite.
La metáfora de la mascarilla de oxígeno me la estoy tratando de aplicar y la estoy recomendando a las personas que quiero, a las que aprecio y que son importantes para mí.
Algunas ideas para aterrizar.
Como sabes, a mí me gusta aterrizar, ser concreto o cómo convertir las buenas ideas en “la acción siguiente”. Se me ocurren muchas maneras de llevar a cabo la metáfora de la mascarilla de oxígeno en la vida cotidiana. Ahí van algunas, que al menos yo, estoy tratando de aplicarme:
- La primera es desterrar algunas falsas creencias que quizás tenemos interiorizadas: que la vida de otros depende de ti… qué va a ser de esa persona si tú no haces nada… que de alguna manera, somos imprescindibles: ¡un poquito de humildad! No es lo mismo ser solidarios, que salvadores.
- Reconocer que tienes unos límites de tiempo, de salud y de resistencia y que esos límites nos los puedes sobrepasar si quieres seguir siendo mínimamente útil.
- Está bien preguntar a los demás cómo están y preocuparte por ellos… pero también atender a la pregunta: y yo, ¿cómo estoy?
- Ponte primero la mascarilla, por tanto, atiende tu salud, tu descanso, tu alimentación, tu nivel de estrés, tu vida saludable.
- Cumple tu horario de trabajo, pero con la misma responsabilidad cumple tu horario familiar, el horario de los tuyos, tu propio horario.
- Las expectativas de las demás personas no deben ser las que fijen tus propias expectativas. No caigas en la trampa de las expectativas de los otros, especialmente si no les importas realmente: casi siempre esperan más de ti de lo que puedes dar. No podemos agradar a todo el mundo.
- Atiende a las señales de alerta para saber parar o al menos, levantar el pie del acelerador: escucha a tu cuerpo.
Y lo que creo que es más importante: sé fiel a tus propios valores, a tus propios objetivos y metas.
Si vuelves a montarte en un avión…
He querido compartir contigo esta reflexión personal no para que la sigas al pie de la letra; me conformo con hacerte pensar.
Sabes que me gustan las metáforas. Si vuelves a montarte en un avión, atiende a las instrucciones de seguridad y cuando expliquen cómo usar la mascarilla en el caso de una despresurización, acuérdate de esta norma para la vida: hasta que no tengas colocada tu mascarilla y garantizada tu seguridad, no estarás en condiciones de ayudar a la persona que tienes al lado.
Y ahora… ¿tú que piensas?
jesusjarque
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