Una característica definitoria de nuestra cultura occidental y del momento actual es que detestamos cualquier tipo de demora o retraso entre lo que deseamos y su obtención. No es una afirmación mía, es una de las características que señala el prestigioso sociólogo y premio Príncipe de Asturias Z. Bauman.
Las cosas las queremos aquí y ahora y no soportamos la espera. Es algo que se aplica a multitud de circunstancias: un objeto material, una cita, una reunión, la consecución de unos objetivos, una formación o incluso una relación personal. No se soporta tener que esperar, dejar madurar, recorrer un largo camino hasta su consecución.
Es una característica del mundo adulto, aunque en numerosas ocasiones la queremos achacar solo a los jóvenes, adolescentes e incluso a los niños: pero en la poca capacidad de aplazar la recompensa, estamos todos involucrados.
El problema de este "problema" cultural es que los efectos inmediatos los queremos en situaciones imposibles, por ejemplo, en la educación.
Como educador que interviene con familias, percibo con frecuencia cómo los padres nos demandan pautas, estrategias que tienen que ser efectivas inmediatamente. Como esas pautas no son inmediatas, nos demandan unas nuevas... que tampoco son efectivas...
¿A cuántas situaciones podríamos aplicar este déficit de nuestra sociedad? ¿Seremos capaces de aprender el ritmo natural de que primero hay que semprar, regar y después recoger los frutos? ¿Podremos educar a nuestros hijos y alumnos a aplazar la recompensa?
Les animo a sugerir pistas para encontrar la salida.
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4 comentarios en “Aplazar la recompensa”