Cuidado con la competitividad, porque incitar a los niños a una competitividad mal sana es una tentación en la que pueden incurrir con facilidad las familias. La escuela y los estudios son un ámbito especialmente sensible a estas circunstancias.
A lo largo de dos entradas, voy a tratar este problema. En la de hoy les describo la situación y las actitudes que deben evitar.
Cuidado con la competitividad, actitudes a evitar
En primer lugar, me centro en las etapas de Educación Infantil y Primaria, principalmente que son en las que trabajo y conozco mejor. Me estoy refiriendo a dos actitudes: por un lado a la exigencia por parte de los padres de obtener determinadas calificaciones, recuerdo que hablo de Infantil y Primaria, y también al hecho de exigir superar a determinados compañeros de clase. Esto último, es posible que no se diga directamente al niño o niña, pero en la mente de los papás está que nuestro hijo quede por encima del hijo del vecino.
La competitividad se pone de manifiesto en una serie de comportamientos y exigencias que habría que evitar a toda costa en estas etapas.
1. Imponer una calificación mínima
Hay padres que en Primaria imponen a sus hijos una calificación mínima: "No quiero que me traigas menos de un 8". Algunos suben esa exigencia "al nueve".
Los padres transmiten una obsesión por las calificaciones y para el niño, todo lo que no sea obtener esas calificaciones es vivido como un pequeño fracaso.
En realidad, las calificaciones de Primaria o de Infantil, no tienen ningún valor, no se adoptan decisiones en función de ellas. Sacar suficiente, bien, notable o sobresaliente, no implica obtener becas, no cuenta para entra en la Universidad y hasta ahora, ningún director de Recursos Humanos ha pedido estas calificaciones en los procesos selectivos.
2. Quiero que seas el primero
Algunos padres lo dicen abiertamente: "Se lo tengo dicho a mi hijo, quiero que sea el mejor, el primero de la clase". Ese objetivo no es realista ni sano en niños de Infantil y Primaria y normalmente no conduce a nada. Además... solo hay un lugar para el primero.
Otras veces esta exigencia se camufla bajo el elogio de "¡qué satisfecho estoy! Mi hijo es el primero de la clase"
3. Hacer comparaciones
La tercera actitud a evitar es hacer comparaciones entre los chicos. Es la familia la que más favorece esta actitud. Muchos padres inculcan en sus hijos la idea de que tienen que "ser más que tu vecino". Esto implica preguntar por las calificaciones de determinados niños, que son los considerados como el rival a batir.
¡Cuidado con comparar entre hermanos y con otros niños!
4. Reclamar calificaciones
Cada vez es más frecuente que las familias reclamen las calificaciones obtenidas en pruebas de evaluación o trabajos. Ya he comentado la validez que tienen las calificaciones en Primaria. Me llama más la atención el número creciente de familias que reclama en Educación Infantil, donde la reclamación buscar subir de nivel: de "no conseguido", a "en proceso"; o de este a "conseguido", que son las calificaciones que se otorgan en esta etapa.
Hay ocasiones en las que los profesores cometemos errores, sumamos mal, no hemos corregido una tarea... Pero no me refiero a eso. Me refiero al "regateo" o la exigencia, muchas veces con malas formas, de un punto arriba, un punto a bajo.
Esas reclamaciones, además, suelen ir acompañadas de comentarios despectivos previos hacia los profesores que los niños escuchan de boca de sus padres.
5. Enseñar más deprisa
También favorece la competitividad el hecho de "adelantar en el programa". Esto sucede sobre todo en Educación Infantil, donde muchos padres desconocen que, además de leer y escribir, se aprenden cosas más importantes y necesarias.
Esos padres, enseñan por su cuenta, a leer, a escribir, a sumar, a restar... Pero sobre todo, es contraproducente cuando esto se hace con el deseo de estar por delante de los demás y poder "presumir de que mi hijo ya sabe eso..."
En la próxima entrada, les describiré las consecuencias negativas, que incitar a la competitividad puede tener en los chicos.
jesusjarque
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10 comentarios en “Padres: cuidado con la competitividad”
Familia y Co
En épocas de exámenes veo a madres estresadas estresando a sus hijos e hijas (niños de 7 y 8 años). Les dicen: No te pongas nervioso, lee bien las preguntas, contesta a todo, no te dejes ninguna pregunta, fíjate bien en lo que haces.
Yo simplemente les doy un beso y un abrazo como todos los días y les digo que los quiero.
Después en la entrega de notas le doy un fuerte abrazo y la enhorabuena a mi hijo con un 4 o 5 pelado; y un fuerte abrazo y la enhorabuena a mi hija con un 9 o 10.
Otras riñen a sus hijos porque no llegaron al 9 o al 10.
Después de leer este artículo me tranquiliza saber que no me equivoco.
Día a día mi hijo se supera y aprende, y crece su interés por aprender.
Mi hija se enfada cuando se equivoca y le digo que equivocarse es lo más normal del mundo. Que lo que tiene que hacer es buscar en que se equivocó y corregirlo. De los fallos se aprende.
Me preocuparé el día que mi hijo o mi hija dejen de preguntar ¿por qué? y ¿cómo?
¿Qué pasa con esos niños que de modo natural son capaces de, en casos extremos, sacar todo notables o sobresalientes aburriéndose soberanamente en clase?. Si aprende de modo intuituvo a leer, sumar, restar, multiplicar y pensar sobre el sentido de la muerte… ¿Quién es el guapo que le negaría el derecho a aprender a su ritmo? ¿O acaso creen que todos los casos de niños precoces son debidos a una competitividad malsana?. Quien solo ve eso es que está mirando con orejeras. Como los burros.
Si mi hijo es precoz, de modo innato, no voy a ser yo quien oculte vergonzosamente su condición. Quiero a mi hijo como cualquier madre, y me siento orgullosa de él.
Inma, una cosa es la competitividad malsana, la que veo a diario con las madres de compañeros de mi hijo. Las madres que si su hijo o hija no saca un 10 les entra un ataque.
Por otra parte, en mi caso tengo los dos extremos, un niño que necesita mucha ayuda y que estaría aprendiendo mucho mas si lo dejasen ir a su ritmo y una niña que tengo que pararla porque el sistema educativo no la deja avanzar al ritmo que necesita. Como consecuencia de ello, se aburre. Ella pide más y no puedo dárselo porque el colegio no me lo permite.
En casa dentro de lo que puedo sin salirme del proyecto académico del curso, les doy a cada uno lo que necesita, pero nadando a contra corriente.
Espero que un día podamos educar a nuestros hijos a su ritmo y no al que marque una Ley según el Gobierno de turno.